viernes, 26 de febrero de 2010

LAICOS


Si buscamos la palabra en el diccionario, encontramos dos acepciones:
LAICO, -CA:
1.- Que es independiente de toda confesión religiosa: una escuela laica; un estado laico.
2.- [cristiano] Que no ha recibido ninguna de las órdenes religiosas que otorga la Iglesia y que por consiguiente no pertenece al clero: los laicos son la base de la Iglesia; aquella institución estaba formada por laicos y religiosos.

La que nos interesa es esta última.
Hoy vamos a transcribir lo que dice la Constitución Lumen gentium (33-34), del Concilio Ecuménico VATICANO II, para que cada uno de nosotros sepamos encontrar el lugar que nos corresponde, de acuerdo a nuestros dones y carismas:

"Los laicos tienen como vocación especial el hacer presente y operante a la Iglesia en los lugares y circunstancias donde ella no puede llegar a ser la sal de la tierra sino a través de ellos. Así, todo laico, por el simple hecho de haber recibido sus dones, es a la vez testigo e instrumento vivo de la misión de la Iglesia misma según la medida del don de Cristo.
Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote, quiere continuar su testimonio y su servicio también por medio de los laicos. Por eso les da vida con su Espíritu y los empuja sin cesar a toda obra buena y perfecta. A los laicos, en efecto, los une íntimamente a su vida y misión, dándoles también parte en su función sacerdotal para que ofrezcan un culto espiritual para gloria de Dios y salvación de los hombres. Por eso, los laicos, consagrados a Cristo y ungidos por el Espíritu Santo, están maravillosamente llamados y preparados para producir siempre los frutos más abundantes del Espíritu. En efecto, todas sus obras, oraciones, tareas apostólicas, la vida conyugal y familiar, el trabajo diario, el descanso espiritual y corporal, si se realizan en el Espíritu, incluso las molestias de la vida, si se llevan con paciencia, todo ello se convierte en sacrificios espirituales agradables a Dios por Jesucristo, que ellos ofrecen con toda piedad a Dios Padre en la celebración de la Eucaristía uniéndolos a la ofrenda del Cuerpo del Señor. De esta manera, también los laicos, como adoradores que en todas partes llevan una conducta sana, consagran el mundo mismo a Dios."